El Card. Oscar-Andrés Rodríguez Madariaga, Arzobispo de Tegucigalpa (Honduras) y Presidente de Cáritas
internacional, nos presenta en esta entrevista algunos retos importantes para
poder vivir, de forma evangélica, el “Año de la fe” que nos invita el Papa
Benedicto XVI y poder presentar el mensaje de Jesús de forma creíble y eficaz
al mundo de hoy…
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El Papa ha convocado un "Año de la
FE" que comienza en octubre y pide una nueva evangelización. ¿Cómo hay que
llevar el Evangelio a este mundo del siglo XXI?
Creo que la pauta nos la da el Señor
Jesús, primer evangelizador a quien contemplamos en misión permanente en la
Iglesia. Como hemos dicho en la Conferencia de Aparecida, no habrá nueva evangelización sin nuevos evangelizadores, sin una auténtica "conversión pastoral". No podemos seguir haciendo "más de lo mismo", sino renovar el corazón misionero y no esperar que las personas vengan a
nuestras parroquias, sino salir a buscar las ovejas. Hay nuevos areópagos y
patios de los gentiles que esperan la Palabra de Dios. Si estamos llenos del
ardor misionero de San Pablo, cuyo corazón palpitaba ¡"Ay de mí si no
Evangelizo"!, el año de la Fe será una fuerte motivación para transmitir
la "antorcha de la Fe" siempre ardiente y radiante a las nuevas
generaciones de este milenio. No se trata simplemente de comunicar
ideas sino de favorecer un encuentro personal con Cristo vivo, una auténtica
experiencia de Cristo.
- Se ha cumplido un año de la Jornada
Mundial de la Juventud celebrada en Madrid. Los jóvenes son hoy, en la pastoral
habitual de nuestras parroquias, un colectivo difícil para la fe. ¿Es que juventud
y fe no se llevan bien?
No lo creo. La juventud de hoy como ayer vibra ante las causas
nobles. Si sabemos comunicar
la alegría del Evangelio también ellos responden. El problema está muchas veces
en el lenguaje. A veces pienso que en nuestras parroquias necesitaríamos ayuda
de "foniatras espirituales". Vivimos en un mundo nuevo, lo que
significa un territorio por explorar. Podemos tener miedo al riesgo y a la
aventura. Nos parece que en el siglo XXI ya no hay nada que explorar. Pero...la humanidad sigue cambiando, no es estática. La gente
cambia. Se siguen formulando nuevas maneras de ser en el mundo.
Se nos presenta una nueva humanidad por
interpretar: interpretar a fondo lo que está sucediendo. Debemos esforzarnos
para entender a los jóvenes. Y entonces debemos considerar la comunicación de
la Buena Nueva. Hemos dejado de hablar el lenguaje del mundo actual. Cada vez
menos gente nos entiende. Por eso pocos nos escuchan. Otra vez enfrentamos el
problema de la comunicación. El lenguaje supone emisor y receptor. No estamos
en la frecuencia y el receptor no nos entiende. ¿Cómo interpretar a la nueva
humanidad, a la nueva juventud si no conocemos el lenguaje del mundo de hoy?
Vivimos un nuevo contexto cultural y mediático: lo que se mueve es el mundo de las
percepciones, no de las realidades. Toda la herramienta mediática actual crea
percepciones. Los Medios de Comunicación Social modifican la percepción social.
La herramienta más espectacular es internet. En muchos países el adolescente
promedio pasa 28 horas o más ante internet a la semana. Si va a la Iglesia, ¿lo
máximo sería una hora? Se está produciendo un tipo de joven
nuevo. A veces en ambientes hostiles a la Fe y en campañas constantemente
sostenidas contra la Iglesia.
Sabemos que educar es enseñar a vivir.
Tradicionalmente quien educaba era: la familia, la escuela y la Iglesia. Hoy
día ya no lo hacen. Se ha modificado profundamente el panorama. La familia
desempeña un papel nutricional. La escuela enseña habilidades para ganar
dinero. Y la Iglesia muchas veces se reduce a un
marco decorativo para ceremonias sociales.
¿Quién le enseña hoy
día a los jóvenes a vivir?
Las pantallas mediáticas y se socializan en las
discotecas o bares. Por eso debemos reaprender a Evangelizar
en nuevas realidades. Sin temor y dejar
desplegarse al Espíritu Santo. La Fe presentada como la vida en plenitud
siempre se llevará bien con los jóvenes.
- Usted se ha
comprometido mucho en la defensa de los derechos humanos. Nos parece que aún
hay más palabras que realidades en esto de los derechos humanos. ¿Qué derechos
humanos cree que hoy son más incumplidos?
Los Derechos Humanos son una asignatura
pendiente en todo el mundo. A veces se reducen al ámbito
político. La Doctrina Social de la Iglesia tiene este tema como algo central en
el mensaje social del cristianismo. Se ha conmemorado ya el Sexagésimo
Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En muchos
aspectos y en muchos lugares son aún una asignatura pendiente.
Necesitamos reconstruir la democracia desde una
lógica nueva: la lógica del Bien Común, que es uno de los aportes del Evangelio
en el mundo de la política. Y la construcción del Bien Común no debe caer en la
trampa de configurar nuevos estados imperiales.
No podemos ignorar que ni la política ni los
políticos gozan de buen nombre ni de buena reputación. Todos, desde cualquier
profesión o desde ninguna, se sienten autorizados y justificados para hablar
mal de la política o de los políticos dejando caer sobre ella y sobre ellos los
peores calificativos.
Una solidaridad adecuada a la
globalización exige la defensa de los derechos humanos. A este respecto, el
Magisterio de la Iglesia señala que la presencia de una autoridad pública
internacional al servicio de los derechos humanos, de la libertad y de la paz,
no sólo no se ha logrado aún completamente, sino que se debe constatar, por
desgracia, la frecuente indecisión de la comunidad internacional sobre el deber
de respetar y aplicar los derechos humanos. Este deber atañe a todos los derechos
fundamentales y no permite decisiones arbitrarias que acabarían en formas de
discriminación e injusticia. Al mismo tiempo, somos testigos del incremento de
una preocupante divergencia entre una serie de nuevos "derechos"
promovidos en las sociedades tecnológicamente avanzadas y derechos humanos
elementales que todavía no son respetados en situaciones de subdesarrollo:
pienso, por ejemplo, en el derecho a la alimentación, al agua potable, a la
vivienda, a la autodeterminación y a la independencia.
- El año 2007 el Papa Benedicto XVI le
nombró Presidente de Cáritas internacional. ¿Cuál es su misión en este servicio
eclesial?
Cáritas Internacional es una Confederación de 164 países en los cuales
somos el brazo de la Caridad de la Madre Iglesia. Mi papel es de animación y
coordinación junto a un equipo de laicos y sacerdotes de diversas
nacionalidades que residen en Roma bajo la guía del Secretario General. Yo me
considero como el director de una orquesta sinfónica que interpreta la bella
música del amor de Cristo especialmente cercana a los que más sufren.
Se está creando un mundo donde la
codicia deja a las mayorías al margen de la historia, en la cuneta de la
historia, con unas sociedades que viven un proceso tecnológico con
posibilidades nunca vistas, pero que fabrican y reproducen exclusión.
Necesitamos volver a creer en el ser humano como
tal, y en su capacidad de actuar con los valores más nobles que lleva dentro de
sí en forma altruista, generosa y solidaria.
Necesitamos afrontar este Nuevo Orden
Mundial que, quizás nunca como ahora, es un Nuevo Desorden Mundial, en primer lugar con
el Derecho Internacional, este derecho de los pueblos que ha ido surgiendo a lo
largo de la historia de la humanidad como una de las conquistas más preciadas.
Caritas es la conciencia para que la comunión cristiana de bienes sea una
realidad y no una utopía. Como lo hemos dicho en el lema de este cuatrienio:
"Una sola familia humana, cero pobreza".