(Les ofrecemos hoy esta
bonita reflexión que nos presenta José Antonio Pagola en el blog FE ADULTA.)
Mc 07, 01-23
Un grupo de
fariseos de Galilea se acerca a Jesús en actitud crítica. No vienen solos. Los
acompañan algunos escribas, venidos de Jerusalén, preocupados sin duda por
defender la ortodoxia de los sencillos campesinos de las aldeas. La actuación
de Jesús es peligrosa. Conviene corregirla.
Han observado
que, en algunos aspectos, sus discípulos no siguen la tradición de los mayores.
Aunque hablan del comportamiento de los discípulos, su pregunta se dirige a
Jesús, pues saben que es él quien les ha enseñado a vivir con aquella libertad
sorprendente. ¿Por qué?
Jesús les
responde con unas palabras del profeta Isaías que iluminan muy bien su mensaje
y su actuación. Estas palabras con las que Jesús se identifica totalmente hemos
de escucharlas con atención, pues tocan algo muy fundamental de nuestra
religión. Según el profeta, esta es la queja Dios.
"Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí". Este es
siempre el riesgo de toda religión: dar culto a Dios con los labios, repitiendo
fórmulas, recitando salmos, pronunciando palabras hermosas, mientras nuestro
corazón "está lejos de él". Sin embargo, el culto que agrada a Dios
nace del corazón, de la adhesión interior, de ese centro íntimo de la persona
de donde nacen nuestras decisiones y proyectos.
"El culto
que me dan está vacío". Cuando nuestro corazón está lejos de Dios, nuestro
culto queda sin contenido. Le falta la vida, la escucha sincera de la Palabra
de Dios, el amor al hermano. La religión se convierte en algo exterior que se
practica por costumbre, pero donde faltan los frutos de una vida fiel a Dios.
"La
doctrina que enseñan son preceptos humanos". En toda religión hay
tradiciones que son "humanas". Normas, costumbres, devociones que han
nacido para vivir la religiosidad en una determinada cultura. Pueden hacer
mucho bien. Pero hacen mucho daño cuando nos distraen y alejan de la Palabra de
Dios. Nunca han de tener la primacía.
Al terminar la
cita del profeta Isaías, Jesús resume su pensamiento con unas palabras muy
graves: "Dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a la
tradición de los hombres". Cuando nos aferramos ciegamente a tradiciones
humanas, corremos el riesgo de olvidar el mandato del amor y desviarnos del
seguimiento a Jesús, Palabra encarnada de Dios. En la religión cristiana lo
primero es siempre Jesús y su llamada al amor. Solo después vienen nuestras
tradiciones humanas por muy importantes que nos puedan parecer. No hemos de
olvidar nunca lo esencial.
José Antonio
Pagola
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