domingo, 30 de diciembre de 2012

LO QUE HAY DE SAGRADO

Colosenses 3, 12-21; Lucas 2, 41-52

El tema de la familia se ha convertido en un tema de interés en los recientes documentos eclesiales. En Aparecida, se dedican varios números y 192 menciones. La familia es considerada un tesoro con una misión en la sociedad y en la Iglesia (n. 432). Del mismo modo, se afirma que la preocupación por ella debe ser eje transversal de la evangelización en la Iglesia (n.435).
 
Jesús no menciona el tema de familia, si no es para criticar sus abusos. Afirma por ejemplo, que su familia la forman quienes escuchan la Palabra de Dios y la cumplen cuando a su alrededor la utilizan como reclamo a las obras del Reino (Cf. Lc 8,19-21; Mc 3,31-35). Dice a los fariseos que le quieren poner a prueba y a los discípulos que le escuchan, que no utilicen la ley de Moisés para repudiar a las mujeres sin ningún tipo de responsabilidad de su parte y afirma que el Reino de Dios exige otras relaciones distintas del parentesco y la familia. (cf. Mt 19,1-13). Con estas afirmaciones, Jesús iba más allá del sistema social basado en el parentesco propio de su tiempo, donde el pater familias ejercía la autoridad y la protección.
 
Si leemos lo que el texto de Colosenses, debemos hacerlo teniendo en cuenta el espíritu de Jesús y la vida de las comunidades cristianas del siglo I d.C, no de forma aislada.
 
Muchos cristianos de Colosas procedían del paganismo y en estos momentos, se tenían que enfrentar al fundamentalismo religioso de los judíos, como al rigorismo de los cristianos procedentes del judaísmo y a las prácticas paganas. De ahí que fuera necesario recalcar que el "modo" de Jesús es lo único que identifica al cristiano: revestíos de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia... (Col 3,12). En un contexto conflictivo de la misma comunidad, debieron hacerse matizaciones que afectaban a la vida cotidiana. Los versículos 18-25 rompen el hilo del discurso de Pablo que luego se retoma a partir de Col 4,2: "sean perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias..."
 
El texto de Lc 2,41-52 tiene un marco señalado por los versículos 40 y 52: En el primero el evangelista afirma: "El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría y la gracia de Dios estaba sobre él" (v.40). Y en el segundo: "Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres". (v.52). La palabra clave es el crecimiento. No hay nada estático en Jesús. Y hay en él un modo de crecer: en fortaleza, en gracia, en presencia de Dios y en contacto con lo humano. Ese crecimiento armónico forjaba la libertad, compasión y gratuidad de Jesús y su mensaje de Reino.
 
En estos momentos eclesiales, las comunidades cristianas en Sucumbíos necesitamos seguir creciendo y fortaleciéndonos en esta armonía para poder llegar a descubrir como lo hizo Jesús una vocación única. Las experiencias que hemos vivido nos animan a profundizar en todas las dimensiones de la vida. No podemos pensar en la familia desde la superficialidad o el moralismo sino desde la práctica del evangelio en comunidad. No se trata de buscar un modelo familiar que resuelva la complejidad de los problemas actuales de forma rápida y satisfactoria. Necesitamos vivir y acoger con misericordia la vida de la gente, sus crisis, sus situaciones reales, sus gozos, sus esperanzas, sus miedos y alegrías. Es tentador dar fórmulas fáciles, es tentador mantener posiciones de ley o dejarnos llevar por el "estamos de acuerdo con" o "estamos en contra de" en lugar de escuchar a la gente con el corazón y las entrañas dispuestas, en lugar de buscar "lo que hay de sagrado" en cosas que no parecen tan sagradas: uniones libres, divorcios o separaciones, unidades familiares críticas... y partir de esas situaciones marginales encontrar las semillas del Verbo precisamente ahí. Quizás eso nos ayude a encontrar lo que debe denunciarse en muchos problemas que afectan a las familias: violaciones, maltratos, abusos, pobreza, desempleo, alcoholismo y esa cadena de sufrimientos que configuran tantas veces nuestras vidas.
 
Acortemos distancias para que se produzcan encuentros. Ojalá mirar a Jesús que fue crítico con el modelo familiar de su tiempo, nos ayude a relativizar cualquier modelo familiar para podernos abrir con mayor libertad a la búsqueda del Reino de Dios y su justicia.