miércoles, 26 de diciembre de 2012

Y la Palabra se hizo carne, puso su tienda entre nosotros (Jn 1,14).


Los ministerios de las Comunidades son hoy esos mensajeros de Paz y de Buenas Noticias. Esas mujeres y esos hombres sencillos, como nos presentaba la liturgia a María y a Isabel unos días antes de la Navidad. Esos hombres y mujeres que, como María cuando le visitó el Ángel, no comprenden muy bien todo lo que significa ese gran misterio del Reino y de la Iglesia, pero que tienen una disponibilidad total para ponerse al servicio de la Comunidad.
 
 
El día 23 celebraban la Navidad las Comunidades de la zona de Puerto Libre (La Barquilla, Puerto Libre, El Cabeno, La Amarilla, Flor del Valle). La Comunidad de la Flor del Valle era este año la anfitriona. Su Capilla casi terminada, hecha a base de esfuerzo y de lucha de la misma Comunidad con sus Ministerios al frente, nos cobijaba de ese fuerte aguacero que no fue impedimento para que todas las comunidades del sector se hicieran presentes en la celebración.
 
Fue una linda celebración llena de vida, llena de alegría, de villancicos, de panderetas… José y María; los ángeles, los pastores; los tres reyes magos (Abel, Damaris y Esmeralda…) dando vueltas por la capilla buscando al Niño; el coro de niñas, niños y personas mayores que ponían la alegría de los villancicos. Y toda la Comunidad celebrando con alegría, con fe y con esperanza la venida del Niño lleno de ternura y de cariño, que nos traía el amor del Padre; y el “pasmo de la Madre… que tal trueque veía: el llanto del hombre en Dios y en el hombre la alegría, lo cual del uno y del otro tan ajeno ser solía” (Juan de la Cruz).
 
 
Era de admirar la alegría de los niños y las niñas presentes en la celebración, que eran los que más disfrutaban del acontecimiento. Compartiendo la alegría, la fraternidad de los jóvenes de Quito y del Grupo de Caritas que se hacían presentes una vez más para aumentar la alegría de los niños y las niñas con los juguetes y los dulces navideños. Una linda experiencia también para los jóvenes de tener nuevas familias que les acogen con enorme cariño y entusiasmo, y que nos recuerdan el ciento por uno prometido por Jesús a sus amigos y amigas.
 
 
Todo esto como signo y expresión de esa Paz y Alegría que el Señor nos trae en la Navidad. Signos de la presencia del Reino que Jesús inicia con su Encarnación en nuestro mundo, desde la sencillez, la ternura y el no-poder del Niño en el pesebre, rodeado de todos los animales, de los pastores y de los ángeles. Realmente una experiencia llena de vida y de esperanza de que el Reino de Dios todavía es posible.