sábado, 4 de enero de 2014

EVANGELIO - 2º Domingo después de Navidad

Isaías 60, 1-6
 
¡Levántate, brilla, Sucumbíos que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz. Levanta la vista y mira a tu alrededor, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti: tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos y proclamando la gloria del Señor.
 
Esta Palabra se cumple para nosotr@s y para todas las personas que vibran con ella sea cual sea su condición social, su situación religiosa o política. La humanidad que anda a oscuras y escucha el llamado a levantarse y a brillar es esa humanidad que no lo da todo por perdido. Dondequiera que haya personas que quieran hacer este proceso de levantarse y brillar, allí estará la manifestación de Dios. Deberán, eso sí, hacer un ejercicio de contemplación alrededor y ver cómo transcurre la vida para que Dios haga ver de una manera más honda, profunda y compasiva.
 
Mateo 2, 1-12
 
La encarnación de Jesús enseña algo muy importante: dónde, cómo y a quién se manifiesta Dios. Jesús nace en un medio humilde, entre los excluidos sociales, los pastores, que desde su solidaridad mutua en medio de la noche, pueden entender y aceptar la gloria de Dios. Ésa que se manifiesta en la Biblia en momentos especiales de liberación, como en Moisés y el pueblo en Egipto. No es posible verlo en la corte de Herodes y en su maquinaria de muerte y destrucción sino en donde transcurre la vida de la gente sufriente. Allí es donde debe escucharse también la llamada de Isaías a levantarse, animarse, unirse y transformar las cosas. Qué difícil resulta a veces no escuchar el mensaje de quienes tiran para abajo haciendo creer que somos menos de lo que somos, evidenciando con sus poderes que el sistema de injusticia sigue ahí, intacto.
 
La manifestación de Dios se encarnará entonces esa corriente de gente organizada y unida que no quiere que las cosas se queden como están y decide levantarse y caminar en otra dirección: una plataforma contra la explotación petrolera del Yasuní, una manifestación contra la violencia de género, una acción popular para que cesen las fumigaciones en la frontera, una escuela de formación para campesin@s, una asamblea para proyectar junt@s y aunar esfuerzos… y tantas iniciativas de bien.
 
Hay que tener una gran dosis de esperanza guardada en algún rincón del alma para levantarse y seguir adelante con el bien humano como horizonte, luchando contra el miedo y contra el interés propio. Esa esperanza está en gente desinteresada aquí y en todos sitios. Y Dios, sorprendente y sorpresivo se nos manifiesta cuando y donde menos lo esperemos. Atención entonces.