jueves, 5 de abril de 2012

DOMINGO DE RAMOS: LA VIDA MÁS ALLÁ DE LA COSTUMBRE



En muchos lugares, de muchas maneras se celebra el Domingo de Ramos. Decimos que es “tradición” hacer unos ramitos y vivir así la Eucaristía o la Celebración de la Palabra de Dios. Para mucha gente del pueblo la costumbre está arraigada. Pero la vida va más allá de la costumbre y lo que gusta, lo que alimenta y lo que da fuerzas es descubrir en Sucumbíos, que en medio de comunidades aisladas, invisibilizadas o rechazadas por quienes van en busca de otros brillos, pueda existir gente que tenga fuerzas, después de una dura jornada -  donde hay que ordeñar, machetear, cocinar, limpiar, cuidar peces y niños -  para seleccionar flores, palmas, ramitos, entrelazarlos cuidadosamente, cuidar que no se estropeen y llevarlos al lugar de celebración, donde se encontrarán con otros y otras vecinos que habrán hecho más o menos lo mismo.

En otros contextos, el Domingo de Ramos empieza cuando en la puerta de la iglesia, se toma un ramito de olivo  de los que están apilados en el suelo y se entra al templo  con gente desconocida con la cual no se comparte mucho más que los buenos días. La distancia entre las dos situaciones es tremenda. Y hasta aquí, nadie ha dicho nada de Dios. Pero desde luego, es claro que el Dios de unos y de otros debe ser muy distinto aunque se celebre la misma fiesta.

La clave estará en hacer que las distancias se reduzcan o simplemente en agradecer que Dios sea así con los pobres, a quienes les da sabiduría, gozo e inteligencia suficientes como para resistir las condiciones de vida que otros quizás tengan más o menos seguras. Pero para todos y todas llega un momento en que por la misericordia de Dios, tenemos que enfrentarnos a  la desnudez de la vida. Y ahí es precisamente donde nos encontramos.
En nuestras comunidades la fragilidad es tan manifiesta, que otro milagro consiste en compartir y vibrar por la Palabra y seguir creyendo hondamente en Dios que anima en medio de tantas situaciones de muerte: violencias intrafamiliares, pobrezas, enfermedades, situaciones precarias, debilidades… Y con la total sencillez campesina de quienes no saben muy bien leer, pero saben muy bien padecer al estilo del evangelio.

Quizás Jesús cuando entró en Jerusalén a lomos de un burro, lo hizo teniendo en el corazón y en la mente a la gente del pueblo de Sucumbíos,  que sufre y vive situaciones de angustia cotidiana. Dicen que subiéndose a un burro quiso también enfrentar a los poderosos y que ese pequeño gesto profético le trajo consecuencias terribles. Quienes se creen importantes van a lomos de caballos, y ahora de buenos carros. Presentarse así es desafiante.

Muchas veces seguimos adelante creyendo en un Jesús que todo lo puede. Es una manera de fe que Dios mismo se encarga de depurar. El domingo de Ramos en las comunidades de la Vía Interoceánica desde la Flor del Valle hasta La Barquilla, nos enseñó otra manera de fe que consiste en dejar que la Pasión, Muerte y Resurrección de un hombre débil nos alcance y permitirnos tener un alivio extraño, como aquel del Siervo de Yavé que se atrevió a cargar con los crímenes y curar con sus propias dolencias.