martes, 10 de abril de 2012

SIEMPRE VIVIMOS EL VIERNES SANTO


¿Quién puede creer lo que anunciamos?

Por sus llagas, encontramos sanación (Is 53,5) 

Una de las tareas más hermosas que tenemos entre manos es el tejer comunitario. ¿En qué consiste? Es algo tan sencillo como unirse, organizarse y hacer algo para el bien común. Es la tarea prioritaria de la Iglesia, una concreción del mandato de Jesús: ámense como yo les he amado. Y es también la tarea más difícil. 

Algo de eso vivimos en el Vía Crucis del día 6 de abril en el sector de Puerto Libre. Las seis comunidades que integran el sector, nos unimos en un único Vía Crucis. Cada una de las comunidades se encargó de preparar una, dos o tres estaciones. Desde la Flor del Valle hasta la Barquilla, nos íbamos uniendo: primero con cuarenta y cinco personas, después ochenta, hasta que al final llegamos a convocarnos ciento cincuenta personas. Los números no son importantes, sí lo es crear redes y tejidos comunes. Realizamos el Vía Crucis caminando. Cada estación fue escenificada. A lo largo de la Vía se colocaron las distintas estaciones y cuando salíamos de los centros poblados, un bus, algunas motos y dos carros, nos llevaban a la siguiente comunidad, que nos esperaba para unirse también. 

Es la primera vez que hacemos un Vía Crucis así. Normalmente cada comunidad preparaba el suyo. Pero la necesidad de unión y cooperación sigue siendo una urgencia. Vemos cómo se disuelven los valores comunitarios en nuestra provincia, sufrimos impactos y agresiones continuas. Creemos que las pequeñas cosas si tienen una gran intencionalidad, cobran un valor gigantesco, y así nos fortalecemos. 

Hubo silencio, hubo consciencia, hubo paz. No hubo resignación ni pasividad. Jesús Crucificado estaba entre nosotros y nosotras. El peso de la injusticia, las situaciones de sufrimiento se expresaban mientras caminábamos, unas veces a pleno sol, otras con un aguacero encima. Se hizo transparente la crucifixión de cada una de las comunidades campesinas. Cada persona de las que participamos quedamos expuestas a la acción de Dios, que se presentaba débil con nuestras debilidades, sufrido con nuestras dolencias, solidario con nuestros dolores. Y así Dios nos hizo de nuevo un regalo inmenso al hacerse compañero de camino. Nos volvió a revelar una verdad única: que cargando con los crímenes, sufrimientos, padecimientos e injusticias, seguimos como y con Él redimiendo al mundo. Entonces, caímos en la cuenta de que el Siervo Sufriente del que habla Isaías (Is 52,13-53,12) tiene  rostro comunitario:   ¿quién podrá creer la noticia que recibimos? ¿A quién se la ha revelado Dios? Por su manera de vivir y morir, los discípulos y discípulas de las primeras comunidades cristianas, vieron en este Siervo Sufriente a Jesús. Los sufrimientos y maltratos, los intentos de eliminación que sufren las comunidades en la actualidad no tienen la última palabra. Ojalá que nuestra manera de vivir y morir se parezca a la suya. Así lo creemos, así lo pedimos, así nos nace la esperanza.