
Aquel sueño fue debatido en asamblea y acariciado por quienes creen que el carisma de Teresa de Jesús debe extenderse y encarnarse en múltiples contextos, también y sobre todo, en esta selva amazónica.
Se soñó con un lugar de encuentro y acogida para ministerios, personas en búsqueda, grupos diversos, agentes de pastoral, sacerdotes, diáconos, vida religiosa, catequistas, creyentes e increyentes, laicos-as de Sucumbíos y de más allá de Sucumbíos… un lugar de irradiación y de mediación.
Las comunidades de la Vía Interoceánica serían la puerta de entrada y la referencia para seguir caminando. Y este sueño se ha hecho realidad. Hoy queremos seguir recreándolo para que responda cada vez más a la sed de humanidad y de Dios de las personas, para que sea un lugar de paz y reconciliación en medio de una frontera conflictuada y de una Iglesia que ha sufrido daños.
Hubo alegría, también necesidad de compartir experiencias y de intercambiar visiones de lo que ocurre en nuestra Iglesia. Hubo conversaciones sinceras y expresiones claras y honestas de muchos temas que nos afectan.
Al final del día, celebramos la Eucaristía y pudimos agradecer la historia vivida y los procesos de reconciliación desde el corazón que se están iniciando. En mesa compartida el Reino de Dios se hace visible: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y a todo el mundo le llegan buenas noticias.