martes, 3 de abril de 2012

VIVIR LA SEMANA SANTA AL ESTILO DE JESUS


Este mundo del que somos parte se encuentra enfermo por el abuso de unos/as sobre otros/as, la prepotencia que produce la injusticia. Lo más grave es que toda situación de injusticia crea víctimas. Normalmente aparece alguien que padece las consecuencias de esa injusticia instaurada.

El mundo en el que Jesús vivió también padecía la misma enfermedad. Las víctimas de las injusticias no eran pocas sino la gran mayoría de la sociedad padecía esta injusticia por un motivo u otro: las mujeres, los niños y niñas, los pecadores públicos, ciertos oficios… La organización religiosa y la administración política constituían una verdadera amenaza de la que solamente unos pocos privilegiados podían escapar.

Jesús, que va conociendo a Dios Padre/Madre y va sintiendo que se le conmueven las mismas entrañas de misericordia que a Él, predica el Reino, habla de las bienaventuranzas, de amar al prójimo y cuidar de él, de perdonar al enemigo o al que nos hace mal, de confiar en el Padre Dios. Y certifica este discurso con algunos signos o milagros.

Este discurso irrita profundamente a quienes se sienten poderosos y con el poder en la mano. No pueden soportarlo quienes representan al poder político (los romanos y el Rey Herodes) y al poder religioso (sacerdotes, fariseos, maestros de la ley). Su predicación no duró ni tres años. Buscaron la manera de matarlo y para ello fueron maquinando su muerte.

Jesús se dio cuenta pero no quiso huir ni dar marcha atrás. Lo que había hecho lo hizo porque entendía que el  Padre se lo pedía. El poder político y el poder religioso formaron una tenaza que lo destruyó en la cruz. La muerte de Jesús fue una muerte en solidaridad con las víctimas de la violencia y la injusticia. En Jesús el Padre Dios se vuelve solidario con los más pobres.

Ahora en las comunidades se va a celebrar la Semana Santa, la muerte solidaria de Jesús con las víctimas de la injusticia y la violencia. Al iniciar bendiciendo los ramos, los/as cristianos/as saben que Jesús les invita a meterse solidariamente en la situación de quienes más sufren, intentar comprender su situación y buscar el cambio. Si buscar el cambio trae problemas, críticas, acusaciones, los/as cristianos/as saben bien que fueron bautizados/as para seguir los pasos de Jesús y aceptar las consecuencias. Aquí está el verdadero sentido del bautismo.


En ese sentido, los/as cristianos/as perciben con facilidad dónde están las víctimas en cada recinto, en cada comunidad (mujeres maltratadas, niños/as casi abandonados/as, trabajadores poco reconocidos, enfermos/as, jóvenes con pocas oportunidades). Los/as seguidores/as de Jesús procuran entender su sufrimiento y las causas que producen tal sufrimiento, buscan acompañarles y corregir esas causas.

Cuando se dan estos pasos en las comunidades comienzan a producirse pequeños milagros, obra de Dios en su amor a través de quienes buscan dar la mano. La celebración de la Semana Santa nos enseña que no importan las críticas, las burlas ni todo lo que haya que sufrir. Así se sigue a Jesús.