Tantas veces los
niños y niñas son un número estadístico y se habla de ellos en cuanto a su grado
de desnutrición, alfabetización o mortalidad. En nuestra provincia faltan
acciones que nos acerquen a este grupo de la infancia más allá de la relación
de dependencia. No es fácil. Unas veces nos encontramos con situaciones de
abandono, falta de autoridad por parte de padres y madres y otras una
permisividad donde los niños-as se convierten en unos pequeños “tiranos” con
sus mayores.
La “Infancia
Misionera” tiene un papel importante que hacer en cuanto a la transformación de
estructuras mentales, educativas y espirituales que no ven a niños y
niñas, sino que simplemente los soportan. Con la preocupación de prestar
atención a la realidad de la infancia, el pasado 14 de abril, ha tenido lugar
un encuentro formativo para Asesoras-es de Infancia Misionera.
En la Iglesia de
Sucumbíos los/as niñas/os han sido protagonistas de su predilección. Nos
convocamos en el Seminario y de toda la provincia fueron acudiendo asesoras y
asesores de Infancia Misionera. La actitud general fue la de la apertura para
aprender dinámicas y desarrollar recursos y estrategias con el fin de poder
animar y fortalecer los grupos que existen en las comunidades. Y no sólo esto, sino hacer eso que se llama
“meterse en la piel de los niños y niñas” para que el lenguaje, gestos y
palabras entren en comunicación con sus necesidades y anhelos.
La Infancia
Misionera es un elemento dinamizador y un signo de Resurrección de las
comunidades. Esos pequeños y pequeñas hacen entender a toda la comunidad que
reuniéndose y formándose juntos es como se transforman las realidades. Con sus
dinámicas, juegos, oraciones sencillas y espíritu misionero, se van
introduciendo en la comunidad eclesial y van creciendo en dignidad. Por su parte, las asesoras van sintiendo que
tienen un papel importante que realizar. No se trata de entretener, sino dar
intencionalidad a lo que se hace y transmitir en todo un mensaje de evangelio:
“no teman, niños y niñas, estamos con ustedes” y… Dios los quiere muchísimo.
Así, nos fuimos
con alegría en el corazón por tantas cosas recibidas y tanta esperanza al poder
descubrir como Jesús que lo pequeño es hermoso, que Dios sigue derrocando a los
poderosos con la fuerza de los débiles. ¡De los niños del mundo siempre amigos!