“EN
VERDAD LES DIGO, SI EL GRANO DE TRIGO NO CAE EN TIERRA Y MUERE, QUEDA SOLO,
PERO SI MUERE DA MUCHO FRUTO”. (Jn 12,24).
Con estas palabras de Juan quiero
recoger toda la vida que ha sido derramada luego de la muerte de nuestro
querido hermano, compañero, amigo, consejero… Jesús Arroyo. No ha sido un nacer lento, como el del grano de trigo. Ha
sido más bien como el frasco de perfume que se rompe y llena toda la casa. Un
perfume profundo, intenso… un perfume que llega a todos los rincones: (Tony el
Suizo… en Indonesia, Pepe Ríos… en Paraguay,
Mónica… en Estados Unidos, y sobre todo en Burgos y en Sucumbíos.).
La muerte de Jesús Arroyo, igual que
la muerte del otro Jesús, el Maestro, el de Nazaret, está generando mucha vida.
Queremos agradecer a nombre de la
Familia de quien recibió su fe y su amor a María; a nombre de la otra Familia,
la Familia del Carmelo donde aprendió de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz
el amor a Dios y la entrega a los hermanos y hermanas; y a nombre de la Iglesia
de San Miguel de Sucumbíos, donde se forjó como misionero… agradecer en primer
lugar a Dios por todas las maravillas que derramó tan abundantemente en la
persona de Jesús, y en segundo lugar a todas las personas que han entrado a
formar parte de esta nueva familia de Jesús.
“Se
le han multiplicado los hijos, las hijas, los hermanos, las hermanas, los
padres y las madres. Y en este último tiempo con persecuciones hasta la muerte.
Ojalá podamos morir como ha muerto él ya que hemos compartido vida y esperanzas
con él. Esta Iglesia pierde un gran hombre, un hombre de Dios y por serlo, un
hombre de los pobres que no ha sucumbido al mal, no ha terminado abandonándola,
se ha quedado en ella, como Juan de la Cruz, como Teresa de Jesús. Y esto es un
motivo de consuelo, satisfacción. Ese testimonio es la muestra más grande de
que Dios nos quiere mucho.”
Sabemos que va por delante y está
con nosotras. Gracias por vuestra solidaridad, apoyo, cariño y oración.