domingo, 1 de julio de 2012

He peleado el buen combate, he terminado la carrera, he mantenido la fe


Roma, 30 de junio de 2012

Muy queridos/as todos/as:

Estábamos en Angola cuando nos comunicaron que Jesús había tenido un accidente muy grave. Unos días antes me había escrito para decirme que vendría a Roma a ver al P. General y que quería vernos a Asun y a mí. Habíamos quedado de encontrarnos el 4 de julio aquí en casa. Desde Angola hemos seguido cada día la página web, lo hemos acompañado muy cerca desde lejos.

Ayer regresamos de Angola. Mientras viajábamos, pensaba en él. Daba gracias por su vida, por tantas cosas que a lo largo de los seis años que me tocó acompañar a mis hermanas en Puerto Libre, compartimos. Sentía su vida entregada en Sucumbíos, su vitalidad, su convicción y adhesión al Señor Jesús y al Reino de Dios, su ilusión con el proyecto de Puerto Libre, su esperanza contra toda esperanza y también su noche oscura. Pensaba en su hermana Carmen que lo estaría esperando así como él la acompañó a ella. Y luego, leyendo la Palabra del día, sentí que era la expresión de lo que él vivía en ese momento:

“En cuanto a mí, ha llegado la hora del sacrificio y el momento de mi partida es inminente. He peleado el buen combate, he terminado la carrera, he mantenido la fe. Sólo me espera la corona de la justicia que el Señor como justo juez me entregará aquel día. Y no sólo a mí, sino a cuantos desean su manifestación… El Señor, sí, me asistió y me dio fuerzas para que por mi medio se llevase a cabo la proclamación, de modo que la oyera todo el mundo; así el Señor me arrancó de la boca del león. El me librará de toda mala partida y me salvará en su reino celeste. A él la gloria por los siglos de los siglos” (2 Tim 4, 6 – 8. 17 – 18).

Ha peleado el buen combate y ha mantenido la fe. Ha anunciado con su vida y su palabra que Jesús es el Mesías, el Hijo del Dios vivo,  y nuestro Dios lo resucitará también en el pueblo de Sucumbíos y sobre él seguirá construyendo su iglesia y la muerte no la vencerá. (Cfr. Mt 16, 17 – 19).

Hoy brota en mí un poema de Benjamín González Buelta que fueron profundamente significativo cuando murió mi papá:

Al morir mi amigo
algo de mí
que ya era él
se fue.
Algo de mí
resucitó en él.
Algo de él
que todavía es yo
se quedó.
Algo de él
espera en mí resurrección.

El tiempo al andar
parece devorar
todo el amor.
Pero mientras más aleja
en mi pasado su recuerdo,
más me acerca
al encuentro sin distancia del futuro.

Aunque en mí
cada día tiene
su poda, su espera y su cosecha,
para él
ya toda la historia se cumplió,
yo llegué con él
y allí estoy.

Gracias, Señor.


Queridos/as hermanos/as, con ustedes lloro su muerte y agradezco su vida.  Un abrazo muy grande para todos/as.