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de Julio, 2012, Puerto Libre, Sucumbíos, Fiesta del Carmen. Llega la tarde y
todas las comunidades del sector nos dimos cita en Puerto Libre. La fiesta está
hondamente arraigada en la gente. Una pequeña imagen del Carmen nos da la
bienvenida. A su lado, la presencia radiante de nuestro Jesús Arroyo. Hemos
celebrado esta fiesta muchas veces. Pero en esta ocasión, todo tiene un sabor
distinto porque distintos son los motivos que nos convocan. Tenemos sed de escuchar
una Palabra de consuelo y con la acogida propia de quienes saben de batallas,
resistencias, cansancios, amenazas y riesgos, nos disponemos a acoger una
verdad que nos haga mejores. Empieza la celebración y se unen las dos memorias,
la de Jesús de Nazaret y la de Jesús Arroyo. La bondad y misericordia de Dios
permite estas cosas: que nos asociemos a su Hijo al pasar por las mismas cosas
que Él pasó. Entonces, se nos abre el entendimiento y comenzamos a comprender. Todas
las cosas tienen unidad. Y Dios alienta todo lo que es vida y engendra vida.
Así
pasó esta tarde. Mucha gente llegaba del trabajo. Había vecinos y vecinas de
Puerto Libre, pero también llegaron ministerios de todas las demás comunidades
de la Vía Interoceánica y más allá. La tónica compartida fue una gran apertura,
serenidad, confraternización y solidaridad entrañables. Hubo gente que
abiertamente no es cristiana, hubo personas alejadas de la Iglesia y hubo gente
comprometida con la vida de comunidades. Esta diversidad era en sí misma una
manifestación de Dios, que sigue alentando a hacernos hermanos y hermanas,
hijos e hijas.
Se
compartieron experiencias de vida, y al calor de ellas, creció la conciencia
gozosa de que la vida permanece más allá de la muerte. La zona de Puerto Libre
ha estado marcada por la presencia carmelita y eso ha configurado la vida de
las personas y las comunidades. Se respira ese aire fresco de misioneros que,
como Ramón Medina, dejaron su vida y sueños aquí, cuando en 1969 fue asesinado
por defender los derechos de los indios. Se respira la presencia de los últimos
carmelitas incomprensiblemente expulsados, y de Jesús Arroyo, con su modo
peculiar de acercarse y gozar con la gente. Se respira el aire fresco y el
testimonio de misioneros y misioneras
que día a día siguen derramando vida y esfuerzos para que se produzcan los
cambios que Dios quiere.
Y
así, Dios dice permanentemente una Palabra de VIDA para esta zona, una palabra
que no se extingue.