Hasta ahora hemos
mantenido reserva pública en relación con las agresiones violentas de este caso,
como habitualmente lo hemos hecho en aras de la anhelada reconciliación en
Sucumbíos, pero la persistencia en una posición malévola que cierra toda
posibilidad de conseguirla, nos ha obligado a darla a conocer públicamente: se
trata del presbítero Ricardo Ruiz,
proveniente de la diócesis de Ibarra.
Ricardo Ruiz,
de 50 años de edad, fue ordenado hace apenas un año, es decir, casi sin ninguna
experiencia pastoral llegó a Nueva Loja (Lago Agrio), el 17 de septiembre de
2011, y desde entonces asumió actitudes violentas colaborando ese mismo día en
impedir la entrega de los almuerzos contratados al comedor de la parroquia Ágape,
para los participantes de la Marcha que tuvo lugar ese día pidiendo el
nombramiento del Obispo definitivo para el Vicariato y respaldando a la Radio
Sucumbíos.
A partir de ese
momento, el P. Ricardo siguió marcado por sus actitudes y acciones, con el
propósito de venir a Sucumbíos para colaborar en la destrucción del camino
llevado por esta Iglesia Local. Al igual que los demás sacerdotes
colaboradores, nunca se interesó por conocer la realidad, ni la vida de la
Iglesia de San Miguel de Sucumbíos, más bien
se identificó abiertamente con el grupo desestabilizador y ha
desarrollado un trabajo paralelo, acompañando a grupos de lugares que se han
identificado como pro heraldos, como son Puerto Aguarico y La Pampa,
pertenecientes a la Parroquia de Sta. Ana, que ha estado bajo la
responsabilidad de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana por más de 18 años.
Jamás demostró interés ni contribuyó con sus reflexiones a la reconciliación ni
a hacer propuestas pastorales.
Dicho
presbítero ha evadido la participación en las reuniones y asambleas diocesanas,
para que exponga sus planteamientos pastorales, y más bien ha desarrollado un
activismo sacramentalista que lleva al facilismo. Durante más de un año de
permanencia en Sucumbíos, no ha estado asignado a un determinado lugar, sino que ha ido de aquí para allá.
El afirma ser
muy obediente, pero cuando se le ha recordado que no debía entrar a alguna
comunidad según lo acordado con el Sr. Obispo, ha manifestado abiertamente que
él no obedece a Mons. Mietto, sino a la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
Mons. Mietto
ha sido ha informado de estos hechos en reiteradas ocasiones. Un hecho de
relevancia por su gravedad se dio en Puerto Aguarico el 11 de julio pasado, cuando
alrededor de 40 personas, entre las que se encontraban los sacerdotes Edgar Pinos
y Pablo Torres, junto con el Diácono Amable Aguirre, mientras realizaban una Novena
a la Virgen del Carmen en una casa particular, fueron amenazadas de muerte si no
salían en 5 minutos del lugar, según nota del blog pro heraldo “sucumbíos
ecuador por la paz y la verdad”, publicada inmediatamente al día
siguiente muy temprano. Nos preguntamos ¿Quién
colocó eso en ese blog?, El P. Ricardo estuvo presente esa misma noche en la
Casa Diocesana, a donde acudieron las personas de la Novena a conversar sobre
lo ocurrido con el Sr. Obispo, apenas vio llegar al grupo de personas,
desapareció, y jamás demostró preocupación ni interés por lo ocurrido los días
siguientes, siendo él quien acompañaba a esa comunidad y más bien queriendo
justificar el hecho ante el Obispo.
En una
posterior reunión convocada por la Comisión de Reconciliación de la Pastoral
Urbana, presidida por Mons. Mietto, el P. Ricardo se hizo presente junto un
grupo de gente de Puerto Aguarico, en una clara posición de respaldo y
justificación de lo ocurrido. En esta reunión la Sra. Marta Agila de Puerto
Aguarico, en presencia de Mons. Mietto, manifestó ilustrando con gestos, que lo
que hicieron el 11 de julio, no era ni del porte de una uña de un dedo de lo
que son capaces de hacer. Ante esta y otras agresiones y actitudes nada
reconciliadoras Mons. Mietto guardó silencio.
Desde la
Semana Santa 2012, el P. Ricardo fue designado para acompañar a la Zona
Pastoral Campesina Vía Coca-Guanta, y desde el principio no tuvo en cuenta ni
coordinó con el Equipo Misionero de esa Zona Pastoral, formado desde hace
muchos años por servidores propios de allí mismo y se dedicó a realizar
actividades sacramentalistas en ciertas comunidades resentidas por la salida de
los heraldos y a provocar división. Las reiteradas acciones del P. Ricardo en
este sentido ocasionaron graves problemas en dicha zona, al punto que tuvo que
intervenir Mons. Mietto, y decidir que saliera de la Zona. Como ya lo dijimos
antes, el P. Ricardo no respetó lo acordado. Hasta el momento sigue haciendo
presencia en esta zona, lo cual demuestra con claridad su intencionalidad de
hacer un trabajo paralelo, desestabilizador y violento.
Otro hecho
significativo en relación con las acciones del P. Ricardo, sucedió en la
posesión de Mons. Mietto, cuando todo se había coordinado para la ceremonia,
con la Asamblea Diocesana de Pastoral, y en el último momento el P. Ricardo fue
designado por la Conferencia Episcopal Ecuatoriana para que coordinara dicha
ceremonia, cambiando lo convenido inicialmente. Esto dio lugar a que la
ceremonia fuera conducida por el grupo de la Renovación Carismática, con los
antecedentes conocidos de aportes al conflicto de este grupo pro heraldo.
Otro hecho
reciente, es el registrado en la madrugada del pasado 30 de septiembre, al día
siguiente de la Asamblea Diocesana Extraordinaria, cuando un grupo de la
Renovación Carismática arremetió violentamente en la Casa Diocesana, y destruyó
símbolos de la Iglesia San Miguel de Sucumbíos, y el P. Ricardo estaba presente
sin decir nada ni llamar a la Policía.
Su
identificación con los sectores pudientes, no es nada ajeno, como de igual
manera su estrecha relación con la Policía, a quienes da privilegios, como se
puso en evidencia en la celebración de la fiestas de la Virgen del Cisne.
El caso que
ha “colmado el vaso” ocurrió con la Señora María Campoverde, el día domingo 28
de octubre, después de la Misa de 10h30 celebrada en la Catedral Nuestra Señora
del Cisne en Nueva Loja, cuando la señora fue injuriada por el P. Ricardo en voz
alta, acusándole públicamente en la
calle de “vieja ladrona” y “ser una secta”, con actitudes y gestos amenazantes
y de descontrol que pudieron ver también quienes estaban cerca. Enseguida la
señora María y su hija Viviana acudieron a dónde el Párroco P. Gabriel Prandi,
quien les manifestó que hay muchas quejas respecto al P. Ricardo Ruiz y también
al P. Franklin González, de la Diócesis de Ibarra, quien llegó hace dos meses.
Les encaminó y animó a informar lo más pronto a Mons. Mietto. Al día siguiente
y dada la gravedad de lo ocurrido, acudió una comisión con la señora a informar
al Obispo, y fue llamado el P. Ricardo quien manifestó arrepentirse, pero no
hay actitud de enmienda porque ha mantenido la actitud agresiva en distintos
espacios, como la preparación de bautizos en la Catedral. Se ha recurrido a
presentar la denuncia en las instancias de competencia civil dadas las
implicaciones en la vida cotidiana y la salud de la señora María y de su hija.
Doña María, persona ya mayor, está muy afectada por la actitud el Padre y la
vergüenza pública que ha significado esta agresión para ella y para su hija.
Ambas han solicitado apoyo sicológico pues también a la hija, el P. Franklin González,
unos días antes quiso impedirle recibir la comunión, preguntándole públicamente
estando en la fila para comulgar, si se había confesado.
Para
completar el desconcierto, el P. Ricardo, ha sido nombrado en esta semana
miembro del Consejo de Presbiterio, instancia de toma de decisiones pastorales.
Además acompaña como capellán al Colegio Pacífico Cembranos.
¿A qué nos
vemos abocados en un futuro inmediato con las probadas acciones y actitudes violentas
de este sacerdote? ¿Por qué la violencia de los sacerdotes de Ibarra en
Sucumbíos?
Con seguridad
que no será el espíritu demostrado por este sacerdote, el
espíritu que quiere la Iglesia para la Nueva Evangelización propuesta por el
Sínodo de Obispos en Roma.
Entre otras
cosas, la celebración próxima del Día de la No Violencia contra la Mujer, tiene
que hacer reflexionar y tomar acciones para visibilizar e impedir que personas
como el P. Ricardo, además con las implicaciones de su ser de sacerdote, puedan
seguir destruyendo un trabajo colectivo de muchos años por la concientización y
la lucha por la defensa de los derechos humanos y el respeto y valoración a la
mujer en nuestra provincia, testimoniada por la práctica de Jesús en el
Evangelio en una época que para valorarla y hacerla respetar, le exigió romper
esquemas culturales muy arraigados.
Como dijimos
desde noviembre de 2010, en el primer boletín de prensa: “Sucumbíos ha tenido experiencia en recibir agresiones y violencia de
diversos tipos, de actores como compañías petroleras, militares, policías,
representantes de gobiernos ausentes, pero hasta el día 30 de octubre de 2010,
nunca de un agente de la Iglesia”.