sábado, 7 de diciembre de 2013

Sueña que te sueña, vive que te vive

Isaías 11,1-10; Mateo 3,1-12
 
2º Domingo de Adviento
 
Sueña el profeta Isaías en medio de la desolación y la crisis más absoluta. Y ve un mundo completamente distinto, presidido por unas relaciones armónicas entre las criaturas… y una gente que ha salido bien escarmentada de fomentar guerras y empieza a pensarse en otras claves, las de la reconstrucción desde los restos y ruinas que ha dejado el viejo sistema.
 
Es un gozo el profeta y es un gozo el evangelio, es un gozo vivir con estos sueños, que no forman parte del futuro sino del presente. Para Juan Bautista este otro mundo presidido por la fuerza del Espíritu estaba muy cerca, a punto de producirse, a punto de evidenciarse. Sólo había que preparar los caminos. Esa preparación es la que nos cuesta, pero también coincidimos con él, sólo hay que preparar los caminos. Supone cambios profundos en las relaciones humanas y con el medio. Pero hay que ponerse manos a la obra desde el punto preciso donde estamos en este momento: donde ya no podemos seguir fomentando modelos de desarrollo basados en el extractivismo que no tienen en cuenta el desarrollo real de comunidades, donde no podemos seguir ocultando la violencia de género que mantiene silenciadas y temerosas a tantas mujeres en campos, ciudades, sea cual sea su condición y estatus social. Ese viejo sistema está a punto de perecer, no tiene ningún futuro. Pero no se muere, hay que matarlo. Y ahí viene Juan el Bautista hacha en mano diciendo: conviértanse. Nosotros, desde la vida cotidiana, estamos con Juan, queremos preparar ese camino haciendo lo de todos los días, en comunión con los excluidos y soñando alto y claro y viviendo hondo y profundo.