domingo, 1 de diciembre de 2013

Al final, de pie.

Primer Domingo de Adviento
Isaías 2,1-5; Mateo 24,37-44
 
El sueño de Dios para la humanidad hecho realidad. Sólo se requiere la firmeza en sus caminos y sendas. El resultado es claro: entonces, la humanidad no se adiestrará para la guerra. O como dice Mateo, la vigilancia atenta y consciente de que el Hijo de lo Humano sea todo en todos.
 
Tanto tiene que cambiar el mundo para que así sea, que nos recorre la tentación de la desesperanza, al ver una y otra vez tanta lejanía de lo que Dios quiere y sueña. Pero no estamos para eso aquí. Nuestro caminar es esperanzado. Ojos bien abiertos, corazones bien despiertos, manos que siguen actuando y caminos que se siguen recorriendo. ¿Y qué vemos? Vemos nuestra Iglesia. ¿Cómo resuena esta palabra del profeta en los oídos de la Iglesia?
 
No adiestrarse para la guerra para el pueblo de Dios será algo parecido a:
 
1. Renunciar a toda lucha de poder en las relaciones humanas y ejercitarse en el buen humor, la alegría y la vida creativa.
 
2. No caer en la tentación de grandes medios para la evangelización, esos tanques poderosos, engañarnos con las cifras de bautizados o creyentes, esas presunciones y falsas seguridades.
 
3. Poner los ojos en la única verdad de nuestras vidas: Jesús que hizo coincidir sus sueños con los sueños de Dios sobre la humanidad.
 
4. Desprendernos hasta derrocar al patriarcalismo intraeclesial y clericalismo, y abrirnos a la conciencia de que todos y todas tenemos la misma vocación al discipulado.
 
5. Profundizar en el conocimiento del mundo, sus mecanismos, sus engaños y responder evangélicamente a los desafíos presentes.
 
6. Seguir cotidianamente actuando la compasión de Dios que se ha hecho samaritano con esta humanidad.
 
7. Establecer un diálogo sincero que busca aprender de increyentes y alejados, gentes críticas que tienen muchas razones para pedirnos explicaciones de lo que decimos y no hacemos.
 
8. Percibir y vivir desde el pobre. En sintonía y sinfonía con los preferidos de Dios.
 
9. Formación, educación y conciencia para un mundo nuevo que empieza desde ahora y que no nos lleva a la perdición y destrucción totales, sino a la liberación y salvación universales.
 
10. Considerarnos aprendices y colaboradores de Dios.
 
Al final de los días, estará firme el sueño de Dios, y la humanidad estará de pie, recuperada de su postración, eso es seguro.