Santo
Padre Benedicto XVI ha convocado a un SINODO DE LOS OBISPOS. Ante la
secularización y la descristianización de gran parte de la sociedad actual,
especialmente en Europa, se advierte la necesidad de una nueva evangelización
que, como decía Juan Pablo II en Haití a los Obispos del CELAM en 1983, debe
ser “nueva en su ardor, en sus métodos y
en sus expresiones”.
Benedicto XVI nos dirá que “la evangelización es la fe hecha caridad. A punto de comenzar el Año de la Fe, cabe
por eso redescubrir el
dinamismo que enlaza la fe, los sacramentos y la caridad. Este dinamismo es traducción, también
al plano social, de las actitudes y la “manera de ser” de Cristo, por parte de
cada cristiano y de la Iglesia en su conjunto”. Para que nuestra evangelización sea realmente buena
noticia y por lo mismo creíble.
El Papa nos dirá también que
“el secreto de la nueva evangelización
está en la colaboración entre obispos, sacerdotes, religiosos y laicos”. Con su manera de vivir el obispo
muestra que "el modelo de Cristo" no está superado; también en las
actuales condiciones sigue siendo muy actual. En segundo lugar, el pontífice
habló del destacado papel que deben tener en la nueva evangelización los
sacerdotes diocesanos. En tercer lugar, destacó el papel que están llamados a ofrecer
los religiosos --«una gran riqueza de la Iglesia»-- a la nueva evangelización.
Por último, reconoció que en medio de la «apostasía silenciosa» que se constata
en algunas sociedades, los laicos tienen una tarea «insustituible», «pues se
desarrolla en la vida cotidiana, en ámbitos en los que el sacerdote puede
llegar con dificultad».
Y nos
propone ahora, a los cincuenta años de su celebración, retomar el Concilio
Vaticano II como “la brújula que permite a la barca de la Iglesia navegar en
mar abierto, en medio de las tempestades”.
Queridos
hermanos y hermanas:
En la vigilia en que celebramos los cincuenta años de la
apertura del Concilio Vaticano Segundo y el inicio del Año de la fe deseo
hablar de este gran evento eclesial. Los documentos conciliares son una brújula
que permite a la barca de la Iglesia navegar en mar abierto, en medio de las
tempestades o de la calma, para llegar a la meta. Debemos aprender las
lecciones más simples y fundamentales del Concilio, a saber: que el
cristianismo en su esencia consiste en la fe en Dios y en el encuentro con
Cristo, que orienta y guía la vida. Lo más importante hoy, como era el deseo de
los Padres conciliares, es que se vea, de nuevo, con claridad, que Dios está
presente, nos mira, nos responde; y que, por el contrario, cuando falta la fe
en Él, cae lo que es esencial, porque el hombre pierde su dignidad. El Concilio
recuerda que la Iglesia tiene el mandato de transmitir la palabra del amor de
Dios que salva, para que sea escuchada y acogida aquella llamada divina que
contiene en sí las bienaventuranzas eternas. El Concilio es una fuerte
invitación a redescubrir cada día la belleza de la fe y a conocerla de modo
profundo, para una más intensa relación con el Señor y a vivir auténticamente
la vocación cristiana.