jueves, 17 de octubre de 2013

TERESA, LA DE JESUS

Escribía Fray Luis de León: «Yo no conocí, ni vi a la madre Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierra, pero ahora, que vive en el cielo, la conozco y veo casi siempre en dos imágenes vivas que nos dejó de sí, que son sus hijas y sus libros».
 
También podemos decir en Sucumbíos que hemos conocido a Santa Teresa a través de sus hijos, los Carmelitas, y de sus Hijas, las Teresianas, las Carmelitas, y las huellas que han ido dejando en sacerdotes, ministerios y comunidades y en la vida de la Provincia.
 
Ha sido sin duda una rica experiencia poder compartir la dimensión humana de Mons. Gonzalo, del P. Jesús Arroyo y de los Carmelitas de Sucumbíos. Su sentido profundo de la vida, aprendido en la escuela de la Madre Teresa. Ese sentido profundo que nace de una experiencia profunda de Dios y de una intensa vida de oración; de una relación cercana con los pobres y de un sufrimiento asumido y superado.
 
Recorriendo la vida de la Santa encontramos montón de gestos y detalles, de anécdotas y de testimonios, que nos hablan de ese gran sentido humano de Teresa; el sentido común que, en múltiples ocasiones, es el menos común de los sentidos. En sus viajes por los caminos de Castilla y compartiendo en las posadas con los rudos y nobles arrieros; en los certámenes espirituales de la época, comentando con un fina ironía el aporte de San Juan de la Cruz: “Dios me libre de gente tan espiritual, que todo lo quiere hacer contemplación perfecta, dé do diere”; en su relación con las monjas, invitándolas más que a hacer grandes penitencias, a vivir relaciones profundas de amistad con las hermanas.
 
De hecho cuando consiguió que fray Juan de la Cruz se uniera a su proyecto de Reforma, para enseñarle el modo de vida carmelita que ella buscaba para sus monjas y luego para sus frailes, no lo llevó a rezar ni a estudiar, sino que lo invitó a compartir la recreación de sus monjas, donde se vivía la alegría y la fraternidad.
 
El gran sentido del humor que tenía Santa Teresa le ayudó a enfrentar los grandes problemas y contrariedades que le sobrevinieron. Su sentido irónico con que asume la situación de la mujer dentro de la Iglesia, “aunque soy mujer y ruin” le ayudará a no dejarse intimidar ni por la Inquisición que secuestró el Libro de la Vida, ni por el Nuncio Sega que la llamó: “...fémina inquieta, andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción inventaba malas doctrinas, andando fuera de la clausura, contra el orden del Concilio Tridentino i Prelados: enseñando como maestra, contra lo que San Pablo enseñó, mandando que las mujeres no enseñasen."
 
El modelo de Iglesia/Comunidad, que se ha logrado establecer en Sucumbíos desde la espiritualidad teresiana, como una familia; la calidad y la calidez de las relaciones, la cercanía del Obispo y de los misioneros y misioneras, la participación en la vida del pueblo: celebrar con ellos, jugar con ellos, luchar con ellos, gozar con ellos, ser sus amigos y amigas… son huellas de esta presencia de Teresa de Jesús a través de sus hijos e hijas que han creado unos lazos y han hecho nacer un sentimiento de pertenencia, y una identidad como Iglesia.
 
La alegría de Teresa, su ironía, su sentido del humor le ayudaron, sin duda, a enfrentar las actitudes autoritarias de la Iglesia, de nuncios y de frailes que no podían asumir que una mujer pudiera incursionar en los campos de la oración, de la espiritualidad, de la mística. Y esa misma actitud es la que ha animado y sigue animando a muchas mujeres, a muchos ministerios de nuestras comunidades a asumir su responsabilidad en la Iglesia.
 
Por eso desde las Comunidades de la Iglesia de Sucumbíos queremos rendir hoy un homenaje a esa gran mujer, Teresa de Jesús. Reconocer sus huellas en la Iglesia que han ido imprimiendo primero los Carmelitas, y luego las Carmelitas Misioneras y del Sagrado Corazón y finalmente las Teresianas; huellas que encontramos en las Comunidades, en los Ministerios y en la misma vida del pueblo de Sucumbíos; y agradecerles por esa presencia entre nosotros.